El regreso de la palabra

Ahora que la imagen estaba terminando de zamparse a la palabra, ahora que todo es apariencia, 3D, HD y demás, ahora que la palabra (poesía incluida) estaba terminando de ser fagocitada, justo cuando las últimas hilachas pendían de las fauces de Netflix y Youtube, la palabra se revuelve y resucita.  He aquí a lo que me refiero.

 

En un famosísimo concurso televisivo de talentos todos han caído rendidos ante el  poder del verso de un muchacho llamado César Brandon.  Este guineano, rozando levemente la estilística del rap, pero con los atributos más de poeta/rapsoda, ha puesto en pie al público a capella.  Su belleza moderna que engancha a mucha gente ajena a la poesía parte de una hábil alternancia de códigos lingüísiticos, unas gotas de leve rima y una reflexión del ser humano contemporáneo perfectamente comprensible.

 

En paralelo ha ocurrido algo en mi centro que ha remachado esta idea.  Hace unos meses el departamento de Filosofía, formado por Inmaculada Gutiérrez y Miguel Heras, puso en funcionamiento un club de discusión filosófica durante el recreo.  Fui el primer día y luego ya no pude por evidentes razones laborales.  Desde entonces no he comentado nada con él hasta que ayer me dijo en el pasillo que no caben en un aula pequeña que le habíamos asignado, que son ya casi treinta los jóvenes que quieren hablar de filosofía, exponer sus ideas, oír las de los demás, interactuar, pensar...  Una hazaña pedagógica que viene a aportar un chorro de aire fresco en la enrarecida atmósfera de la agria monotonía escolar.  

 

Y es que no todo va a ser ver, aparentar y pantallear.  La gente quiere hablar en directo, quiere expresarse a golpe de lengua, glotis y cuerdas vocales, quiere volver al ágora, a pasear con sandalias junto al viejo Sócrates, aun a riesgo de acabar tomando cicuta por inciviles y antisistemas.